lunes, 12 de noviembre de 2012

El amor de los amores (I)

              El Jardín del Edén, Thomas Cole (1801-1848)

    ¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?


    A ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre
tan claro, que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

     ¿Cómo sabrás que enamorada vivo

siempre de ti, que me lamento sola,
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

     Aquí estoy aguardando en una peña

a que venga el que adora el alma mía.
¿Por qué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

     ¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales

todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma lirios virginales?

     Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;

por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

     ¿Quién nos ha de mirar por estas vegas

como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

     Pero si quieres esperar la luna,

escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá sentir paloma alguna.

     Y no temas si alguna se despierta,

que si te logro ver, de gozo muero;
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?


Carolina Coronado
(1820-1911)

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