sábado, 31 de octubre de 2015

Coplas por la muerte de su padre (fragmento)

 La Rueda de la Fortuna [miniatura del Hortus Deliciarum, Herrada de Landsberg (S. XII)]

                IX

Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

               X

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

             XI

Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa. 


Jorge Manrique
(h. 1440-1479)

miércoles, 28 de octubre de 2015

Under der linden


 Miniatura procedente del Codex Manesse, copiado e iluminado entre 1305 y 1340.

Under der linden
án der heide,
dâ únser zweier bette was,
dâ muget ir vinden
schône beide
gebrochen bluomen unde gras.
Vór dem walde in einem tal,
tandaradei,
schône sanc diu nahtegal.


Ich kam gegangen
zuo der ouwe:
dô was mîn friedel komen ê.
Dâ wart ich empfangen
hêre frouwe
daz ich bin sælic iemer mê.
Kust er mich? Wol tûsentstunt:
tandaradei,
séht wie rôt mir ist der munt.


Dô hete er gemachet
alsô rîche
von bluomen eine bettestat.
Des wirt noch gelachet
inneclîche,
kumt iemen an daz selbe pfat.
Bî den rôsen er wol mac
tandaradei,
merken wâ mirz houbet lac.


Daz er bî mir læge,
wesse ez iemen
(nû enwélle got!), so schamte ich mich.
Wes er mit mir pflæge,
niemer niemen
bevinde daz wan er und ich
und ein kleinez vogellîn:
tandaradei,
daz mac wol getriuwe sîn.


Walter von der Vogelweide
(h. 1170-h.1230) 

Bajo el tilo
en la campiña,
donde estaba nuestro lecho,
encontraréis
donde los dos
quebramos flores y hierbas.
En un valle frente al bosque,
tandaradai,
cantaba bello el ruiseñor.

Fui andando
hasta la pradera:
mi amado ya había llegado.
Allí, ay,
fui acogida;
dichosa soy desde entonces.
¿Sus besos? ¡Deleite sin fin,
tandaradai,
ved qué roja está mi boca!

Le vi cómo hacía
con flores
nuestro lecho primoroso.
De ello reirá
con ternura
quien transite ese camino.
Las rosas le descubrirán,
tandaradai,
dónde apoyé mi cabeza.

Que mi amor
yació conmigo,
nadie (quiera Dios) se entere.
Lo que él
conmigo hizo,
solo él y yo sepamos,
y un pequeño pajarillo,
tandaradai,
que nos guardará el secreto.

[Traducción al castellano de Bern Dietz, Antología del Minnesang, ed. Hiperión]

martes, 20 de octubre de 2015

So el encina

                      La encina de Flagey, Gustave Courbet (1864)

So el encina, encina,
so el encina.

Yo me iba, mi madre,
a la romería;
por ir más devota
fui sin compañía.
So el encina.

Por ir más devota
fui sin compañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía.
So el encina.

Tomé otro camino,

dejé el que tenía;
halleme perdida
en una montiña.
So el encina.

Halleme perdida
en una montiña,
echeme a dormir
al pie del encina.
So el encina.
 

Echeme a dormir
al pie del encina;
a la media noche
desperté, mezquina.
So el encina.

A la media noche
desperté, mezquina;
halleme en los brazos
del que más quería.
So el encina.
 

Halleme en los brazos
del que más quería;
pesome, cuitada
desque amanecía.
So el encina.

Pesome, cuitada,
desque amanecía
porque yo gozaba
del que más quería.
So el encina.

Porque yo gozaba

del que más quería:
¡muy bendita sía
la tal romería!
So el encina.


Anónimo
(Siglo XV)

domingo, 18 de octubre de 2015

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo

                   Viejos cedros, Charles Warren Eaton (1857-1937)

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo
com' eu senlheira estou en Vigo!
     E vou namorada.

Ai, Deus, se sab' ora meu amado
com' eu en Vigo senlheira manho! 
     E vou namorada.

Com' eu senlheira estou en Vigo,
e nulhas guardas non ei comigo!
     E vou namorada.

Com' eu en Vigo
senlheira manho,
e nulhas guardas migo non trago! 
     E vou namorada.

E nulhas guardas non ei comigo,
ergas meus olhos que choran migo. 
     E vou namorada.

E nulhas guardas migo non trago,
ergas meus olhos que choran ambos. 
     E vou namorada.

Martín Codax
(Siglos XIII-XIV) 

Versión en castellano de Un poema cada día

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amigo
cuán sola estoy en Vigo!
     Y voy enamorada.

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amado
cuán sola en Vigo me hallo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola estoy en Vigo,
y nadie que vigile tengo conmigo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola en Vigo me hallo,
y nadie que vigile conmigo traigo!
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile tengo conmigo,
sino mis ojos que lloran conmigo.
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile conmigo traigo,
sino mis ojos que lloran ambos.
     Y voy enamorada.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mamma, ayy habibi

 Elegantes mujeres árabes en una terraza al atardecer, Rudolph Ernst (1854-1932)

¡Mamma, ayy habibi!
Suaal-chumella shaqrellah,
el collo albo,
e boquella hamrellah.

Anónimo
(Siglo XI)

Versión al castellano de Un poema cada día

¡Madre, ay qué amigo!
Su guedejuela, rubia,
el cuello, blanco,
y su boquita, coloradita.

lunes, 12 de octubre de 2015

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

   Un riachuelo en el bosquePeder Mørk Mønsted (1895) 

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros:
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman: —Ahí va la loca, soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;
sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

Rosalía de Castro
(En las orillas del Sar, 1884)

domingo, 11 de octubre de 2015

Rima XLII

                                        Separación, Edvard Munch (1896)

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor.... Con pena
logré balbucear unas palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.


Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)

domingo, 4 de octubre de 2015

Canción del pirata

                        Mar nocturno con tormenta, Ivan Aivazovsky (1849)

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confín.
 

La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.
 

"Navega, velero mío,
         sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

        Veinte presas
        hemos hecho
        a despecho
        del inglés,
        y han rendido
        sus pendones
        cien naciones
        a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

Allá muevan feroz guerra
          ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

        Y no hay playa,
        sea cualquiera,
        ni bandera
        de esplendor,
        que no sienta
        mi derecho
        y dé pecho
        a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

A la voz de «¡barco viene!»
         es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar.
Que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

        En las presas
        yo divido
        lo cogido
        por igual.
        Solo quiero
        por riqueza
        la belleza
        sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

¡Sentenciado estoy a muerte!
       Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.

        Y si caigo,
        ¿qué es la vida?
        Por perdida
        ya la di,
        cuando el yugo
        del esclavo,
        como un bravo,
        sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

Son mi música mejor
        aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

        Y del trueno
        al son violento,
        y del viento
        al rebramar,
        yo me duermo
        sosegado,
        arrullado
        por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."


José de Espronceda
      (1808-1842)
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