jueves, 26 de octubre de 2017

La dama duende (fragmento)

                        Héspero, Joseph Noel Paton (1857)

Dª ÁNGELA
¿Estaréis muy disgustado
de esperarme?

D. MANUEL
                         No, señora;
que quien espera al aurora,
bien sabe que su cuidado,
en las sombras sepultado
de la noche oscura y fría,
ha de tener, y así hacía
gusto el pesar que pasaba;
pues cuanto más se alargaba,
tanto más llamaba al día.
Si bien no era menester
pasar noche tan oscura,
si el sol de vuestra hermosura
me había de amanecer;
que para resplandecer
vos, soberano arrebol,
la sombra ni el tornasol
de la noche no os había
de estorbar; que sois el día
que amanece sin el sol.
El alba, para brillar,
quiso a la noche seguir;
la aurora para lucir,
al alba quiso imitar;
el sol, deidad singular,
a la aurora desafía,
vos al sol; luego la fría
noche no es menester
si podéis amanecer
sol del sol después del día.

Dª ÁNGELA
Aunque agradecer debiera
discurso tan cortesano,
quejarme quiero (no en vano),
de ofensa tan lisonjera,
pues no siendo esta la esfera,
a cuyo noble ardimiento
fatigas padece el viento
sino un albergue piadoso,
os viene a hacer sospechoso
el mismo encarecimiento.
No soy alba, pues la risa
me falta en contento tanto;
ni aurora, pues que mi llanto
de mi dolor ¿no os avisa?
No soy sol, pues no divisa
mi luz la verdad que adoro,
y así lo que soy ignoro;
que solo sé que no soy
alba, aurora o sol; pues hoy
no alumbro, río, ni lloro.
Y así, os ruego que digáis,
señor don Manuel, de mí
que una mujer soy y fui
a quien vos solo alegráis
al extremo que miráis.

Calderón de la Barca
(La dama duende, 1629)

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